Calentamiento en el crepúsculo. {Libre}

Atardecía en la montaña Paoz.

El viento apenas corría y el aroma del invierno poco a poco iba abandonando el ambiente, sin embargo aún hacía frío como para ir sin ropa de abrigo. Amisame, lejos de la ciudad, había decidido pasar unas horas en el bosque, buscando un lugar en el que pasar el tiempo… pues aunque ahora no estuviera demasiado sola, la nostalgia la atacaba demasiado. Era… idiota, si lo pensaba bien, sobre lo que se quejaba. La vida en ese mundo es mejor: no había guerras, ni hambrunas, no temías por tu vida ante el futuro ataque de los androides, ¡hasta podías bañarte con agua caliente todos los días... y varias veces incluso! Sin embargo…

Sin embargo…

Los echaba de menos. A todos.

A Bulma y a Trunks, a Mai, a Gohan, a su tiempo, allí donde se crió. Estar ahí perdida sin que nadie sepa de su existencia le dolía más que cualquier cosa en este mundo a ella. ¿Y si lo hacía mal? ¿Y si por culpa de su error garrafal, cambiaba tanto el pasado que en el futuro… no sabía, por ejemplo Trunks no hubiera nacido? Ni siquiera se atrevía a ver si sus padres estaban bien, porque...a fin de cuentas, todavía le faltaban casi diez años en nacer en esta línea temporal… y todo eso si nacía, pues tampoco tenía demasiado claro dónde y cuándo nació exactamente.

Necesitaba distraerse. Sobrevoló el páramo boscoso de la montaña Paoz y aterrizó sobre un claro en la arboleda, el lugar más agradable que encontró. Justo ahí, decidió sacar sus espadas dobles y comenzó a practicar su agilidad y su fuerza. Para hacerlo todo más interesante, minutos después sacó una cápsula de su cinto y de ella salió, tras una bomba de humo, una proyección en la que un hombre de cara emborronada empezaba a atacar a Amisame.

Al ser solo una proyección, la vida de Amisame no corría peligro, pues solo era luz y poco más, pero… así, podría llevar un seguimiento de sus propios errores para, posteriormente, estudiarlos e intentar paliarlos.

Hace algún tiempo estaba estancado en la isla jaguar, no es que le molestara ese hecho en particular, pero luego de recibir la visita de su padre supo que tenía que moverse, avanzar, y eso podía facilitarse si cambiaba de aires. ¿Qué significaba eso? Irse de aquella localización para plantearse muchas cosas. No fue fácil, tampoco rápido, pero luego de unas semanas su ubicación ahora era la montaña Paoz. Reconocía que la tranquilidad que ahí se captaba era muy diferente a la que había en la isla anterior, también agradecía ver otros tipos de animales recorriendo la calma de la montaña. Con todo eso en mente, se había dado cuenta que su mundo era bastante pequeño… Pero ahora tenía una oportunidad para hacer que creciera, conocer más cosas y hacerse fuerte. Ese era su principal objetivo; volverse tan fuerte como podía de ser.

En el atardecer de aquel día, se encontraba recorriendo el bosque con total calma. El gruñido que emitió en su forma león fue captado por un pequeño cachorro de tigre que paseaba por ahí, pese a la diferencia de especies, le hizo tanto caso como para perseguirlo con el objetivo de mostrar su supremacía, ¿Cómo hacer eso? Nada más fácil que intentar morder su cola, esa que movía a merced de que no la alcanzara. No se podía pelear con el pequeñín, pero tampoco podía dejarlo por ahí cuando había más depredadores que si podían lastimarlo.

La caminata le llevo a las cercanías de un claro, un extraño sonido que desentonaba con la naturaleza misma lo alertó provocando que se detuviera sin más. El dolor en su cola no lo desconcentró, porque adoptó la pose de cazador del animal que representaba para mantenerse quieto, expectante. Delante estaba alguien, aparte había otra figura que no reconocía muy bien y se preguntó ¿Qué estaría haciendo tan apartada de todos? Porque si, a pesar de la distancia, su vista le concedió el favor de reconocer a la persona que ejecutaba los movimientos como una chica. No podía definir aun si se trataba de alguien peligroso o no, por lo que decidió quedarse en su lugar, observándole. Su plan tendría que haber salido bien de no ser por el pequeño intento de rugido que su compañero dio, ese que antecedió a su carrera hacia la mujer. El pequeño tigre tenía claras intenciones de… Morderle los pies, por lo que podía de deducir, ya que se veía empeñado en ir hacia ese lugar del cuerpo. Tuvo que salir de su escondite improvisado intentando imponer. La protección de la cría estaba a su cargo y no dejaría que esa ¿Humana? Le hiciera nada a su compañero felino. Lo que estaba pasando por su mente en ese momento era...

¿Qué haría esa extraña ante una situación de ese tipo?

El improvisado entrenamiento no era ningún problema con ella. La dificultad para esquivar no era demasiado complicada y, en cierta manera, más bien se trataba de un ejercicio para mantener la mente ocupada. Ejercicio que cesó cuando oyó algo aparecer entre unos arbustos.

Giró su cabeza para observar, con su mayor sorpresa, a una cría de tigre acercándose a ella con un aura que… lejos de ser agresiva, parecía hasta agradable de notar.

No acostumbraba a ver animales tan cerca de ella, y mucho menos uno de apariencia tan joven. Dejó de entrenar de inmediato ante la aparición de la pequeña cría de tigre, corriendo hacia ella en pose claramente juguetona. Sin embargo, no tuvo ningún tiempo en relajarse ni siquiera en hacerle cualquier carantoña a la pequeña cría (pues para ella no parecía para nada peligrosa, sino más bien equivalente a un gato doméstico) cuando de la nada, surgió otro animal, más grande, más fiero, mucho más enfadado que la pequeña cría. Tampoco es que animal grande y animal pequeño se parecieran en gran cuantía, pero lo primero que fue capaz de pensar era que al hijo no le importaba jugar con gente de otras especies, sin embargo lo que ella creyó que era su padre… no parecía tan agradable.

Con lentitud y sin movimientos bruscos, guardó las espadas en sus respectivas vainas, pues muchos animales ya habían vivido el enfrentarse a un cazador y muchos ellos reconocían las armas humanas. El holograma frente a ella paró en seco, como aquel que pone una película en pausa: aquella era una cápsula de entrenamiento con armas y el automatismo de aquella IA era claro, sin un hombre o mujer armado, el entrenamiento no era válido por lo que no se movería.

- Eh… ya veo que vienes a por tu pequeño, pero… tranqui.- dijo de manera ciertamente informal, pues aunque sabía que aquel felino no la entendería, no pudo evitar el soltar algo así.

Aún así, no atacó. No se fiaba de ese animal, pues el instinto protector de una cría era una de las fuerzas más potentes de la naturaleza, pero no lo hizo. No le gustaba, para nada, aquello de atacar animales, pero no por ello no debía defenderse de alguien cuando se veía en peligro. Como lo haría cualquiera, por supuesto. Con un par de movimientos enseñados por el maestro de su tiempo, colocó sus brazos y manos a modo de pose defensiva.

Dio un paso hacia atrás, lento pero firme, quedándose cara a cara al animal más grande pero a su vez alejándose de la cría, mostrando que no tenía ningún interés por ella.