Reunión de lideres (privado)

El día había amanecido y como era costumbre, Sieg se encontraba en su puesto de trabajo desde las 400 horas. Todos los días llegaba a su escritorio a esa hora, para servirse un café en la cafetera personal que se encontraba en uno de los estantes y luego, revisaba misiones y las asignaba a grupos diferentes de acuerdo a las necesidades. A pesar de que fuese realmente poco querido en el cuartel, gracias a la manera en cómo logró llegar a su puesto, le tenían respeto y no necesariamente por que lo admiraran o algo por el estilo, simplemente por su manera de hacer las cosas y probablemente, porque aquellos que se habían negado previamente a ciertas órdenes provenientes del ángel, eran ejecutados a vista y paciencia de todos, eso también incluía a quienes osaron negarse a asistir a la ejecución.

Aproximadamente a las 900 horas uno de sus hombres de confianza le comentó que cierto grupo de reclutas, se había quedado dormido y no había asistido a su puesto de trabajo, lo que inmediatamente lo llevó a levantarse de su silla y dirigirse hacia el cuarto de los responsables, con el talante con el que estaba acostumbrado y abrió lentamente la puerta para mirar hacia ambos lados y notar que efectivamente se encontraban ahí. Caminó hacia la mitad del pasillo donde se encontraban los camarotes y comenzó a hablar – Tienen hasta la cuenta de 3 para levantarse, vestirse, y estar en sus posiciones… -comentó con un tono relajado, muy suave quizás casi inaudible por quienes tienen un nivel de sueño normal- uno… - miró hacia ambos lados y no vio movimiento alguno - dos…. – hizo lo mismo nuevamente pero no hubo respuesta – y tres… - tras aquel conteo dio media vuelta y salió de la habitación para hablarle al primer soldado que encontró en su camino – Recluta, llévese a esos zánganos tal como están hacia el área de ejecución y que sea rápido – El soldado, aterrado, porque sabía lo que se venía, asintió y saludó afirmando las palabras del general, pero temblando. Sieg solamente se dedicó a observar aquella actitud tan débil, que solamente se dirigió al área sin decir nada.

En el camino se encontró con uno de sus hombres de confianza y con una leve sonrisa comentó – Llame a todos los reclutas que se encuentren disponibles y llévelos al área de ejecución, les daremos un espectáculo matutino para que aprendan que nadie, pero nadie desobedece mis órdenes – El soldado contestó solamente con una sonrisa en sus labios, y tras saludar a su general, se dirigió hacia todos los cuartos posibles para realizar la orden sin inconvenientes.

Pasaron alrededor de 15 minutos y Sieg, entró al cuarto de ejecuciones, para dirigirse a todos los asistentes del lugar – Nadie, pero nadie tiene el derecho, ni el deber, ni siquiera puede pensar en desobedecer la más mínima instrucción que doy, así como tampoco tienen la posibilidad de irse ni tampoco la facultad para opinar algo sobre mis mandatos, hoy tenemos a tres personas que osaron quedarse dormidas – El soldado tembloroso de antes, entró junto con dos más con las personas aun durmiendo en sus hombros al lugar – Como deben saber, serán castigadas con la muerte, espero les sirva de lección a cada uno de ustedes – Desenvaino su sable y se dirigió hacia el primer – Soldado, deje a su compañero en el suelo y entiérrele la espada en el corazón, es una orden – Aquello hizo que la persona que recibió el mandato, dejara el cuerpo de la persona en el suelo, tal como se lo habían dicho y tomó el estoque.

Al principio todo iba bien, pero cuando llegó el momento de la estocada, se detuvo y se le resbalo, cayendo el afilado objeto en el suelo. Tras ver esto, el general tomó su pistola y sin siquiera pensarlo, disparó en medio de la sien del pobre uniformado – Lo que acaban de ver es el castigo para un ser inútil y dubitativo como su compañero. Usted, termine el trabajo inconcluso – Le comentó a otro, el cual, sin pensarlo dos veces hizo lo que se le había ordenado, por lo que el general tomó su sable y lo limpió con un pañuelo. Tras esto, Sieg se dio al vuelta y susurró en el oído de su hombre de confianza – Cuando me vaya, mate a los cuatro restantes, no necesito más escorias inservibles en el cuartel – Puso la mano en el hombro de aquella persona y salió del lugar para volver a su oficina.

Tras sentarse nuevamente en la silla, continuó su trabajo, hasta que uno de los soldados que se encontraba en la entrada, comunicó la venida del general del cuartel central, lo que inmediatamente llenó de cólera a Sieg, levantándose inmediatamente de su cómoda silla y salir a recibirlo bastante molesto por no comunicar de manera oficial su venida al cuartel. Caminando por el pasillo, los soldados que habían recién salido del cuarto de ejecución se formaron perfectamente y saludaron a su general quien caminaba en medio de ello, mientras cargaba su zaiphon y lo lanzaba en la única dirección posible, la cual llevaba hacia la entrada.

No dijo nada, simplemente se quedó observando tranquilamente como el otro esquivaba su ataque, el que solamente había sido un simple saludo bajo la forma de pensar del General. Si bien no era común que fallara o que su ataque fuera esquivado de esa manera, no le tomó mucha atención, a pesar de tener al otro frente a él y a sus soldados.

Luego el extraño comenzó a hablar – ¿Colegas? No sé de qué me estás hablando – Dijo con un tono serio y tranquilo mientras tomaba su gorra con los dedos índice y pulgar para bajar un poco al víscera que tenía- Tengo entendido que el resto de los generales se encuentra en la obligación de anunciar su llegada a otros cuarteles con un plazo de anticipación – traga un poco de saliva y suspira para continuar hablando- Soldado! Encárguese de nuestro invitado no deseado…. Ahora – Su última palabra tenía el mismo nivel de seriedad que las anteriores, pero era acompañada de una mirada dura y fría. Aquel cadete tembló ante la orden, las cosas eran claras, aquellos tenían que obedecer u obedecer, no titubear ante una orden emitida por Sieg o serían castigados con lo habitual, la muerte. El recluta tomó temblando su arma apuntando al recién llegado y el actuar contrario habían logrado derretir el arma. Aquello no le gusto al albino.

¡Sargento! – Llamó la atención de uno de sus hombres de confianza, el cual reía ante la actitud del escuálido militar - ¡Llévese a esa basura de aquí ahora! – Dio la orden sin meditarlo dos veces y aquel hombre realizó la acción – Tranquilo…. Tranquilo… todo va a terminar pronto, sabes que el general es alguien de palabra y los quiere a todos por igual… -comentaba algo cantado mientras arrastraba al sentenciado con una sonrisa en la boca mientras, se escuchaban las quejas y las súplicas del soldado, para perderse en la oscuridad del pasillo y escuchar un solo disparo que acallaba el ruido.

Sieg volvió a suspirar y dirigió nuevamente la mirada hacia la persona que acababa de llegar – Detesto a la gente incompetente en mi cuartel… así como también no me gustan los intrusos… soldados, ya saben que hacer- Comentaba con su voz de mando común. Los militares sacaron sus armas y apuntaron al general que se había aparecido – Acaben con él, luego quiero el informe de toda la situación en mi escritorio – Se dio media vuelta y comenzó a caminar a su despacho, para terminar sus deberes mientras solamente se escuchó un ¡Sí, Señor! Y luego múltiples disparos. Sieg era alguien que no estaba dispuesto a recibir ni a saludar de manera cordial a nadie, ya sea un general, el rey o incluso a un Dios, no era alguien que negociara con nadie, era su castillo y los que habitaban ahí eran sus meros juguetes y debían acatar sus normas por mucho que ellos no quisieran.

Las luces provocadas por las explosiones y los gritos de dolor por el fuego emitido por Roy, destellaban entre las oscuras paredes del pasillo, a espaldas del general Sieg. Los ruidos de dolor no significaban nada para él, los juguetes se descomponían en cualquier momento o eran inservibles con el paso de los días y simplemente, para el general del sur, esto significaba una limpieza de basura del lugar. Suspiró y vió a su colega frente a él mirándolo seriamente y hablándole, ¿quién se creía que era para dirigirse de tal manera ante él? No lo entendía pero no por eso se alteraría; solamente se escuchó mirándolo atentamente- No sé de qué me estás hablando, el cuartel del sur es independiente para sus asuntos, el que manda este lugar soy yo y nadie más; y el que decide si voy o no a abdicar de la silla, también soy yo- Dirigió su mano derecha al pomo de la puerta, pero el otro se le había adelantado y más encima lo invitaba a pasar, cosa que hizo sin siquiera decir una palabra ni de agradecimiento ni de desprecio ante el militar.

La oficina era espaciosa y algo oscura, en ella se notaba un escritorio a lo lejos y una silla bastante cómoda en la cual se sentaba. En un rincón del lugar, se encontraban dos panteras, las cuales eran sus mascotas que solamente bostezaron y siguieron durmiendo mientras, el general albino llegaba y se sentaba en su silla – Tienes solamente un par de minutos para decirme qué haces en mi cuartel y qué necesitas saber, en caso de que yo considere que la información no será revelada, no responderé – Comentó mientras apoyaba los codos en el escritorio y cruzaba sus manos para apoyar la nariz en ambos puños – Una cosa más, quiero dejar en claro que yo no trabajo con colegas ni los tengo, simplemente entreno a unos pobres inútiles que no hacen más que andar llorando por razones que no tienen relevancia y algunos son castigados por su poca disciplina – Lo miraba atentamente mientras hablaba- Debo admitir que estoy sorprendido que las basuras que llegan acá son cada vez peores, no son capaces ni de seguir una orden ni tampoco son capaces, siquiera de cumplirla, solamente sacaste la basura del lugar – Tras aquellas palabras se recostó en el respaldo del sillón y esperó que el invitado no invitado comenzara a preguntar aquellas cosas que tantas dudas le causaban o las inquietudes que tenía.

Hay cosas que molestan a alguien como Sieg y que existiera a su punto de vista una descortesía como que alguien se sentara en su escritorio de madera existiendo sillas delante de su despacho; pero a pesar de aquello, habían más cosas que le molestaban, como por ejemplo ser interrogado por alguien que no tenía su confianza y menos por alguien que no conocía o aceptaba como alguien interesante o de confianza; en el caso del general que había llegado, reunía ambas cosas por lo que solamente lo dejó hablar y esperaba que el otro se fuera – Mis métodos de entrenamiento son eficaces, pero eso no es de su incumbencia – Pausó sus palabras con el mismo nivel de seriedad con la que se había mantenido previamente - ¿Dictadura? No es cierto, simplemente los débiles se arrodillan ante los poderosos y aquí se enseña disciplina. Ellos deben cumplir las órdenes de los superiores y en este caso, las mías y de nadie más – Continuó luego escuchando las palabras del otro esperando que terminara para contestar – Como te dije anteriormente no tengo colegas, solo simples herramientas entrenadas y nada más – Volvía a pausar sus palabras.

La pregunta que hizo el otro a continuación fue omitida por la intromisión de unos militares que al escuchar las palabras del general Mustang, dejaron de hablar; hasta que dirigieron sus ojos hacia Sieg. Sus miradas aterradas hicieron que retrocedieran sin dudarlo dos veces y pegaran su espalda contra la pared, si algo asustaba a los militares de menores escaños, era la presencia de su general cuando estaba molesto y aquello generaba un ambiente bastante desagradable en sí. Sieg se levantó de su asiento, para sacar su pistola y apuntó a uno de ellos propinándole un tiro directo entre ambas cejas, acabando con su vida de manera rápida – ¡Llévense ese cadáver de aquí en este momento! – caminó lentamente hacia el grupo que había interrumpido - ¿Quién les dio la orden o les dejo siquiera pensar que podrían venir a mi despacho, abrir mi puerta, y chillar como cerdos moribundos en mi oficina? – Los militares simplemente tomaron el cadáver y corrieron lejos – Disculpa la intromisión-Volvió a sentarse en su escritorio.

Se quedó un tiempo en silencio, observando al contrario – ¿Alguna otra consulta que quieras hacerme? Estoy bastante ocupado y no tengo el tiempo necesario para malgastar con intrusos que ni siquiera tienen la cortesía de presentarse ante alguien en sus propios dominios – Realizó otra pausa- ¿Y bien? - Si el otro quería obtener más información proveniente de Sieg, lo menos que tendría que hacer es presentarse y luego ganarse si quiera el respeto de él y luego intentar que fuera considerado como alguien, como un ser vivo y no simplemente como una molestia, o al menos conseguir demostrarle su poder para intentar ser reconocido.